Mi bella esposa y yo

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Estamos embarazados

domingo, 13 de abril de 2008

Meditemos en la Gracia de Dios. por Emmanuel Fernández


Texto = Deuteronomio 7. 6- 8.



La palabra “Gracia” aparece aprox. 223 veces en el AT y 170 en el NT.
Nos pasa a veces que algunas ideas se nos hacen tan repetitivas que se “banalizan”. Eso pasa con la palabra “Gracia”. Desde que nos acercamos a la fe cristiana que este tema se nos repite una y otra vez sin mayor profundización.
¿Qué es Gracia? Usted me dirá “favor inmerecido”. Y si yo le digo que es MUCHO MÁS QUE ESO. Gracia tiene que ver con nuestra ética, con nuestra moralidad. Tiene que ver en cómo vivimos nuestras vidas diariamente.
Algunos errores al tratar el tema de Gracia:

Confundir “gracia con gratis”. Considerar la gracia como algo “barato” es entenderla como una mercadería “inagotable”, que no implica mayor compromiso con el Señor.
Gracia como “justificación del pecado, pero no del pecador”. Es concebir a un Dios que solo existe para perdonar al pecador, sin querernos impactar de manera alguna en nuestras vidas.

Meditemos hoy entonces en esta gracia que le costó la vida el “Hijo de Dios”:

Su elección es por Gracia.

Deut. 7. 6 – 8: “Porque para el Señor tu Dios tú eres un pueblo *santo; él te eligió para que fueras su posesión exclusiva entre todos los pueblos de la tierra.
"El Señor se encariñó contigo y te eligió, aunque no eras el pueblo más numeroso sino el más insignificante de todos.
Lo hizo porque te ama y quería cumplir su juramento a tus antepasados; por eso te rescató del poder del faraón, el rey de Egipto, y te sacó de la esclavitud con gran despliegue de fuerza".


Dios no amó a Israel porque fuera un pueblo más numeroso, ni más poderoso, ni aún más piadoso. Lo eligió “porque sí”.
Uno generalmente elige personas a las cuales amar por razones. (salvo hijos y suegras).
San Juan 15. 16. dice: “No me escogieron ustedes a mí, sino que yo los escogí a ustedes y los comisioné para que vayan y den fruto, un fruto que perdure. Así el Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre".

La Gracia de Dios Justifica al pecador.

Es gracia que toma cuenta de la ética, de la moral. Es gracia que limpia, no que “tapa los pecados”.
No consiste en una “varita mágica” que al tocarnos nos transforma en “otra persona”, sino que es gracia que nos da fuerza para dejar el pecado, y nos da seguridad de que somos hijos de Dios.
Cuando usted enfrenta el error de un(a) hijo(a): ¿Lo hace para después siga cometiendo el mismo error? Lo que usted quiere hacer es que no vuelva a cometer el mismo error.
Ahora, la dif. Entre usted como padre o madre en cuanto a Dios como nuestro padre, es que él entregó su vida para que nosotros andemos por una “senda mejor”, y además nos da de su poder para que dejemos aquello que en nuestras propias fuerzas no podemos dejar.
Gracia que justifica al pecador es PODER DE DIOS.

Llama al seguimiento.

Mc 10. 17 – 23. “Cuando Jesús estaba ya para irse, un hombre llegó corriendo y se postró delante de él. --Maestro bueno --le preguntó--, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?
--¿Por qué me llamas bueno? --respondió Jesús--. Nadie es bueno sino sólo Dios.
Ya sabes los mandamientos: 'No mates, no cometas adulterio, no robes, no des falso testimonio, no defraudes, honra a tu padre y a tu madre.
--Maestro --dijo el hombre--, todo eso lo he cumplido desde que era joven.
Jesús lo miró con amor y añadió: --Una sola cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme.
Al oír esto, el hombre se desanimó y se fue triste porque tenía muchas riquezas.
Jesús miró alrededor y les comentó a sus discípulos: --¡Qué difícil es para los ricos entrar en el reino de Dios!".

Es Gracia que exige entrega total.

Hoy la gente busca lo fácil, lo divertido, lo que no cuesta. Hay hoy un “despertar” espiritual en todo el mundo. Es como “buena onda” hoy creer en algo o alguien. Como que está de moda ser de alguna religión o corriente religiosa.
Lo que hoy la gente no quiere hacer es “dejar lo que les gusta” en pos de seguir a Jesús.
Lc 9 .23 – 26 “Dirigiéndose a todos, declaró: --Si alguien quiere ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, lleve su cruz cada día y me siga.
Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la salvará.
¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se destruye a sí mismo?
Si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras, el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en su gloria y en la gloria del Padre y de los santos ángeles”.


¿Queremos avivamiento? ¿Queremos un despertar de Dios? Comencemos a vivir en la Gracia.

miércoles, 9 de abril de 2008

EL PEREGRINAJE TEOLOGICO DE KARL BARTH. Por Juan Stam



El joven Barth, en una conferencia dictada en 1919 sólo un mes después de publicar su famoso comentario sobre Romanos, dijo, "Nuestra posición es realmente un instante en un movimiento, y cualquier vista de ella es comparable a la vista momentánea de un pájaro en vuelo. Aparte del movimiento, la posición no tiene sentido... y la discusión teórica ter­mina en la tentativa ridícula de dibujar el pájaro en vuelo."[2]

El teólogo, según Barth, nunca llega al conocimiento perfecto de la verdad mientras está en esta tierra, sino vive en el movimiento continuo de la búsqueda de una mejor comprensión de la Palabra de Dios. Así el teólogo, como el ave en vuelo, cae por el suelo cuando se queda estático en vez de avanzar cada vez más hacia el entendimiento de la verdad revelada.

De ello se desprende otra conclu­sión. Cualquier cuadro del pájaro en vuelo representará el movimiento mismo. Cada "posición" será co­mo un sólo cuadro dentro de una película cinematográfica, mientras sólo la película con su sucesión de cuadros o posiciones podrá repre­sentar el movimiento del pájaro vi­vo. Así cada cuadro estático del vuelo del pájaro será una falsificación, porque no puede haber un "vuelo estático." El cuadro estático falsi­fica porque elimina el movimiento del vuelo. Asimismo, dice Barth, cada declaración del teólogo se falsi­fica y se retuerce cuando no se considera como un momento dentro de un movimiento, una posición dentro de un continuo peregrinaje espi­ritual.

La teología tiene que ser así por­que el cristiano, mientras vive en este mundo de pecado, será siempre un peregrino en camino. El hombre, dice Barth, es un viator y "su vida es como el tránsito de un viajero en la noche" ("Ein Wanderer zwis­chen zwei WeIten"). Puesto que el cristiano vive siempre in via y no está todavía in patria, nunca puede alcanzar en esta vida la posesión final de la theologia gloriae, "la dogmática de los santos en el cielo." Su teología es siempre theologia via­toris y theologia crucis, la teología del peregrino bajo la sombra de la cruz.

Ahora en 1960, cuarenta años después de esas declaraciones del jo­ven Barth, es de gran interés y significado contemplar retrospectiva­mente el peregrinaje teológico de su propio pensamiento. Nadie puede du­dar que su teología ha cambiado radicalísimamente desde su forma­ción "modernista" (el término es de Barth) en los seminarios de Berna, Berlín, Tübingen y Marburgo. Y aunque su desenvolvimiento ha si­do complejo y puede ser peligroso tratar de representarlo por una lí­nea recta y simple, sus rumbos esen­ciales son evidentes. El pájaro ha estado en vuelo continuo y veloz, de modo que la foto puede resultar bo­rrosa a veces, pero la línea de vue­lo puede trazarse claramente.

Creo que el peregrinaje de Barth puede resumirse, a grandes rasgos, en cinco etapas teológicas, marcadas por cuatro crisis decisivas, que pue­den representarse aproximadamente por las fechas 1919, 1930, 1948 y 1952.




PREPARACION MODERNISTA

En el primer período, que abar­caba sus estudios teológicos y los primeros años de su ministerio pas­toral, Barth adoptaba la prevalecien­te teología liberal del día, el inma­nentismo[3] antropocéntrico[4] de Schleiermacher, Ritschl y Troeltsch, bajo la distinguida tutela de Harnack y Herrmann. Esta fue la teo­logía del "Jesús de la historia", la chispa divina en el hombre, y el aná­lisis del "sentimiento religioso de dependencia absoluta" en la "auto­conciencia piadosa" como la fuen­te y el método para la teología. Fue lo que H. Richard Niebuhr después describió como "la inversión de la fe, mediante la cual el hombre se coloca a sí mismo en el centro" y según la cual "un Dios sin ira lle­va a hombres sin pecado a un rei­no sin justicia mediante un Cristo sin Cruz."[5]

Barth salió al ministerio, nos dice, con "el individualismo religioso" de Herrmann y "el relativismo histórico "de Harnack" empacados cuidadosamente en la valija" y colaboró por un tiempo (1908-1909) como co-redáctor de una revista de la teología liberal. Sin embargo, comenzó a sentir inquietud con su teología optimista antropocéntrica. En 1909 es­cribió un artículo titulado "La Teo­logía Moderna y el Servicio del Reino de Dios", exponiendo con franqueza la aparente inaplicabili­dad y extraña irrealidad de la teo­logía liberal frente al mundo real que el pastor enfrentaba.

Entonces vino la primera guerra mundial. Barth ya desempeñaba el pastorado en Safenwil, Suiza, y te­nía que ministrar diariamente a las almas desilusionadas por el trastorno político-social y afligido por la pérdida de sus seres queridos. Los domingos por la mañana, mientras Barth les declaraba el mensaje optimista de la bondad esencial del hom­bre y su progreso seguro hacia un mundo mejor, se oían los bombar­deos de Verdún que desde lejos pun­tuaban sus frases. Aquellas bombas hicieron añicos de su teología mo­dernista; tuvo que reconocer que no tenía ningún mensaje para el hom­bre en su pecado, ni consuelo para el hombre en su angustia. Así no sólo la guerra mundial, sino aun más la situación pastoral y las demandas inmensas del sermón semanal (II Cor. 2: 16.), cristalizaron su creciente convicción de que los hom­bres -y especialmente los predica­dores- tenían que escuchar nueva­mente la voz de Dios.

Comentando sobre esta desilusión profunda de Barth con la teología liberal en que se había formado, Hermann Sasse de Erlangen obser­va que "en Karl Barth la teología liberal engendró a su propio vence­dor. Barth pudo refutar la teología liberal solamente porque él mismo era hueso de su hueso y carne de su carne."[6]

Durante los años 1911-1919, pa­ralelo con este proceso negativo de desilusión, hubo también un profundo desarrollo positivo -- Barth se dedicó asiduamente al estudio de las Escrituras y de los reformado­res. En el otoño de 1916 pronunció un discurso sorprendente sobre '"El Extraño Mundo Nuevo de la Bi­blia"-- el mundo de Dios, de su soberanía, de su misteriosa obra, de su Palabra autoritativa:

Nuestros abuelos tenían razón des­pués de todo en luchar tan desesperadamente por la verdad de que hay revelación en la Biblia y no sólo religión, y en no permitir que la verdad se invirtiera ni aun por un hombre tan piadoso y tan inteli­gente como Schleiermacher.[7]

Y terminó diciendo,

Este mundo en que vivimos está gravemente enfermo y clama desde su alma, de su necesidad más profun­da: ¡Sáname, Señor, y seré sano! En todos los hombres, en cualquier parte y bajo cualquier condición, hay el anhelo precisamente para esto que se halla aquí dentro de la Biblia.[8]

Palabras extrañas de boca de un "modernista", presagio de todo un terremoto teológico que había de estremecer al mundo cristiano.


LA TEOLOGIA DE CRISIS

En agosto de 1919 Barth publicó la primera edición de su Römerbrief (Comentario sobre Romanos) y to­da su revolución teológica estalló como una bomba atómica. Este suceso, que le hizo célebre de la noche a la mañana, marcó su rompimiento ra­dical y final con los 150 años de teo­logía liberal basada en el inmanen­tismo antropocéntrico de Schleier­macher.

El argumento revolucionario del comentario fue la trascendencia infinita de Dios, la diferencia absoluta entre el Santo y el hombre finito pe­cador, su "otridad" o "allendidad." En otras palabras, que Dios es Dios. "Si tengo un sistema", dijo Barth: "consiste en que me esfuerzo en no perder de vista eso que Kierkegaard llamaba la diferencia cualitativa in­finita entre el tiempo y la eternidad."

Este Dios verdadero, según el comentario, es "totalmente otro" (To­taliter Aliter, o das ganz Andere) y "más allá" de todas las capacidades del hombre. La base radicalmente nueva sobre la cual Barth construía se expresaba en dos frases latinas: Finitum non capax infiniti (el ser finito no es capaz de lo infini­to) y Homo peccator non capax Verbi Divini (el hombre pecador no es capaz de aprehender la palabra de Dios). Podemos conocer a Dios sólo por la revelación de Sí mismo que Dios se nos da en "aquel mundo extraño" de la Biblia." Esa revelación condena toda la religión y toda la orgullosa justicia nuestras con un rotundo,"¡No!' en la crisis del juicio divino, pero abre un nuevo camino de salvación por la obra de Cristo. "La justicia por la sangre de Cristo es siempre una justicia aparte de todas las obras dé la ley"; es una justicia de sola gra­tia y sola fide, dice Barth con rela­ción a Romanos 3:25.

Barth expresó abiertamente esta ruptura radical con el liberalismo inmamentista de Schleiermacher en una conferencia que pronunció en 1922. "Nosotros somos", dijo, "des­cendientes de una línea ancestral que corre a través de Kierkegaard a Lu­tero y Calvino y así hasta Pablo y Jeremías. ... Esta línea ancestral no incluye a Schleiermacher. Con todo respeto por el genio de su obra, no le puedo considerar un buen maes­tro en la esfera de la teología, por­que es tan desastrosamente astigmá­tico frente a este hecho básico, que el hombre no sólo tiene alguna necesidad sino que está más allá de toda esperanza de salvarse a sí mis­mo; que toda su llamada religión, y no menos la religión cristiana, comparte esta necesidad; y que no se puede hablar de Dios sólo por hablar del hombre con una voz más fuerte ... Aun los nombres de Kier­kegaard, Lutero, Calvino, Pablo y Jeremías implican lo que Schleier­macheir nunca poseía, una aprehen­sión clara y directa de la verdad que el hombre existe para servir a Dios y no Dios para servir al hombre."[9]

La segunda edición del Comenta­rio (1921), que Barth revisó tan drásticamente que "no dejó piedra sobre piedra", se profundizó más en la exégesis directa del mensaje de San Pablo, pero a la vez mostró la influencia más marcada y decisiva del existencialismo de Kierkegaard. En las revisiones al comentario so­bre Romanos y en otros escritos en­tre 1921 y 1928 Barth hablaba de la crisis, la paradoja, lo absurdo y el escándalo, el encuentro, de Dios como "ganz Andere" y la fe como "siempre un salto a la oscuridad de lo des­conocido, un vuelo hacia el aire va­cío" (2a edición, pág. 98). Esta fue la década del existencialismo y de "la Teología de Crisis."

Esta fase del peregrinaje de Barth culminó. En 1927 cuando escribió el primer tomo de una proyectada Dog­mática del Cristiano (Die christliche Dogmatik), sobre bases radicalmen­te existencialistas. . .


"¿O LA PALABRA, O LA EXISTENCIA?"
LA TEOLOG lA DE LA PALABRA DE DIOS

Al seguir con la preparación del segundo tomo de su Dogmática del Cristiano, basada en el existencialis­mo, Barth descubrió que estaba construyendo sobre bases falsas. En 1930 tuvo que abandonar su primera Dogmática y comenzar desde la base, otra vez "sin dejar piedra sobre pie­dra", con otra dogmática con el sig­nificativo título nuevo, Dogmática de la Iglesia (Die kirchliche Dogmatik).

En el prefacio a esta nueva obra, cuyo primer tomo se publicó en 1932, Barth se expresa claramente con relación a la base y el método existencialistas que empleó en su pri­mera Dogmática:

En esta segunda edición de este li­bro he eliminado, hasta donde he podido, todo lo de la primera edi­ción que hubiera podido sugerir la más mínima impresión de darle a la teología una base, o un apoyo, o aun una mera justificación por medio de una filosofía existencialis­ta. "¿La palabra o la existencia?”... Ahora veo en ese pri­mer esfuerzo sólo una nueva adop­ción de la línea de Schleiermacher, Ritschl, y Herrmann, y en cualquier continuación de esa línea que pudié­ramos imaginar yo puedo ver sólo la destrucción clara de la teología protestante y de la iglesia protestante... puedo por lo tanto sólo decir un NEIN enfático aquí.[10]

Aquí Barth presenta la alternativa frente a la cual tuvo que hacer su decisión, un segundo "aut-aut" que iba más allá del "aut-aut" de Kier­kegaard en su "O Esto - o Aquello." ¡O la palabra de Dios, o la filosofía existencialista! Barth escoge la pri­mera, y procede a sostener que tanto el existencialismo como el liberalis­mo inmanentista son antropocéntri­cos y así tienen parentesco teológico con la teología natural (buenas obras teológicas) del Catolicismo.

En el momento en que Schleierma­cher como teólogo quiso hablar sólo de lo que era "el más profundo mó­vil de mi ser", hablando de "una ne­cesidad interna irresistible de mi na­turaleza”... la antropologización de la teología quedó completa. Y ahora la pregunta seria es, si no tenemos que decir lo mismo de lo que hoy se está exigiendo en nombre de Kier­kegaard... como el elemento "exis­tencial" en el pensamiento y en el lenguaje teológico. Esta circunstan­cia no deja de ser graciosa... el teólogo es lo que es por la gra­cia de Dios, sin la más mínima necesidad de gritos existencialis­tas y cosas semejantes... Don­de el elemento existencial, por cual­quier proceso, es ensalzado en el objeto de la teología, es entonces fundamentalmente al elemento humano que se está sirviendo"."[11]

Más adelante en el mismo tomo, explicando un punto que había cam­biado radicalmente del existencialis­mo de su primera edición de 1927, Barth declara:

Estos conceptos [existencialistas] no pueden en ninguna forma ni ser ni indicar direcciones decisivas en el camino del pensamiento dogmático, como entonces se daba por sentado... La teología no puede aprender na­da de ellos, ni debe aprender nada de ellos... En esa ocasión yo di reverencia a dioses falsos, aunque só­lo a la manera de los libellatici del período Deciano. Si hay una cosa que la Palabra de Dios seguramen­te no es, no es un predicado del hombre, ni aun del hombre quien la recibe.[12]

¡No puede ser más claro! Como Barth había roto con el inmanentis­mo de Schleiermacher, ahora
repu­dia al existencialismo kierkegaardiano­ como base filosófica o método teológico. Sin embargo, ocurre a me­nudo, especialmente en la América Latina donde las últimas obras de Barth no se conocen, el fenómeno irónicamente curioso de predicado­res y teólogos evangélicos que tratan de apelar a Kierkegaard y a Barth en un solo abrazo existencialista, o predican el existencialismo en nom­bre de Barth, sin darse cuenta de la incongruencia de tal proceder.

Desde 1930 esta nueva y saludable tendencia bíblica en Barth ha traído resultados sorprendentes en su teolo­gía. Es significativo que en los ca­torce tomos enormes de la Kirchli­che Dogmatik no se habla de Dios como "totalmente otro" y casi nada se dice sobre crisis, lo absurdo, o la fe como un salto al aire vacío. Mientras antes le acusaban a Barth de anti-racionalista, ahora le tildan de escolasticista! Y con cada tomo de su Dogmática, toma más en serio el carácter autoritativo de las Escritu­ras y dedica más espacio a la exége­sis de ellas[13], en tal grado que ahora le tildan a menudo de "biblicista" y "literalista."[14]

Cabe observar aquí que esta nueva tendencia ha traído cambios especí­ficos en la teología de Barth, con­vencido por el impacto de las Escri­turas mismas. Ejemplos: desde 1927 ha venido insistiendo con gran clari­dad en la importancia vital del naci­miento virginal de Cristo; desde 1935 en su Credo ha sostenido con creciente vigor la doctrina de la re­surrección de Jesucristo y su segun­da venida personal; y en 1943, por reconocer con profunda seriedad los datos bíblicos como él los pudo entender, sorprendió a todos cuando rechazó la doctrina reformada del bautismo de los niños.


LA CONTROVERSIA CON EMIL BRUNNER

En su Römerbrief Barth atacó con vehemencia toda teología natural y todo concepto de la capacidad inhe­rente del hombre para recibir la revelación de Dios. En efecto, sostenía que la imagen de Dios había sido aniquilada por la caída. Entre 1919 y 1940, "con el desarrollo que hemos resumido, este énfasis iba también en aumento.

Esto produjo, en 1934, una con­troversia dramática. Emil Brunner, quien era también "neo-ortodoxo", escribió un ensayo titulado La Natu­raleza y la Cracia en el cual defen­dió la tesis de que el hombre tiene cierta capacidad para recibir la pa­labra de Dios, cierto "punto de contacto'" para la revelación. Terminó su argumento diciendo, "La tarea de nuestra generación teológica es la de hallar nuevamente el camino hacia una verdadera theologia naturalis. Y estoy convencido de que se hallará lejos de las negaciones de Barth."[15]

Barth replicó en un fogoso folleto con el título abrupto de ¡Nein! . (¡No!). Contra las palabras finales de su contrincante, Barth recalcó su propia visión de la tarea de la teología:

Desde 1916 en adelante, cuando co­mencé a recuperarme algo de los efectos de mis estudios teológicos y las influencias de la teología liberal de pre-guerra, mi opinión de la tarea de nuestra generación teológica ha sido ésta: tenemos que aprender nuevamente a entender la revelación como GRACIA y la gracia como REVELACIÓN, y así resistir toda Theologia naturalis, sea "verdadera" o "falsa".[16]

Siguió insistiendo que en el hombre no hay ningún "punto de contacto" ni "capacidad para la revelación". En sus demás escritos de la cuarta década siempre sostenía que toda receptividad en el hombre se debe enteramente al milagro de la gracia divina, y que toda teología natural es la búsqueda de un dios falso (K. D., 1/1, viii-ix; K. D., n/k, 93ff).

Barth nunca ha repudiado estos conceptos; sin embargo, ha habido un desarrollo y un cambio de énfasis dentro de su antropología como tam­bién una suavización de extremos. Así, cuando Barth escribió su tomo grande sobre la creación y el hom­bre (IlI/2 de Kirchliche Dogmatik) pudo declarar que "aun como pecador el hombre es y permanece lo que es -- la criatura de Dios" (p. 30) "la criatura que existe para Dios... y se coloca naturalmente en alguna relación con Dios" (pp. 82­-83). Así, la misma existencia huma­na consiste en "responsabilidad ha­cia Dios" (p. 207 -- palabras nota­blemente parecidas a las que usó Brunner en 1934).

Emil Brunner, al notar este nuevo énfasis en Barth, preguntó, "¿Será Karl Barth quien escribe esto? ¡Por cierto que lo es! Pero no el Barth de 1934, sino el Barth de 1948, el nuevo Barth."[17] Hans Urs von Bal­thasar cree también que en este pun­to Barth ha cambiado radicalmente, aunque G. C. Berkouwer muestra en forma concluyente que es en reali­dad un cambio de énfasis y no de esencia.[18] En todo caso, es una ten­dencia bíblica y saludable, y otra expresión de la transición continua de Barth de una teología radicalmen­te existencialista hacia una teología determinada por la Palabra de Dios.

Esta misma tendencia reaparece en los escritos más recientes de Barth. En el tomo IV /1 rechaza todo concepto de Dios "sólo como el totalmente otro." Tales ideas son "insostenibles, corruptas, y paganas," dice Barth, "por el sencillo hecho que Dios se encarnó y se hizo inma­nente en Jesucristo" (IV /1, p. 186). Y su libro más reciente, con el títu­lo llamativo de La Humanidad de Dios, afirma que en Cristo Dios se hizo humano y mostró que "El quie­re ser, y no es ninguna otra cosa, sino el Dios-para-el-hombre."


LA CONTROVERS lA CON RUDOLPH BULTMANN

En 1941 Rudolph Bultmann, el fa­moso teólogo, filólogo y filósofo existencialista de Marburgo, pronunció y después publicó un estudio titulado "El Nuevo Testamento y la mitología: el problema de la desmitologización de la proclamación novotestamentaria." Sostenía que el mensaje de la Biblia viene inextrica­blemente entretejido con mitos y con una cosmología mitológica anticuada, de modo que el teólogo y el predicador tiene que desmitologizar la Biblia por medio de una interpretación existencialista.

Ya desde 1930 Barth ha venido criticando la teología de Bultmann, especialmente por la influencia peligrosamente decisiva de ciertos filó­sofos existencialistas (Heidegger, Kamlah) y el carácter antropocéntrico de su reinterpretación existen­cialista. En el primer tomo de su Dogmática de la Iglesia (1930) Barth analiza el método existencial de Bult­mann y concluye que "la homogeneidad de método entre Schleierma­cher, DeWette y Bultmann debe notarse claramente. "Cuando el prin­cipio de la teología se encuentra en un análisis del ser del hombre... es fundamentalmente otro pedazo más del mismo Liberalismo." (l/l, p. 39. Cf. p. 145).

Esta oposición a Bultmann culminó con la publicación en 1953 de dos escritos de mucho significado: un tratado titulado Rudolph Bultmann: Un esfuerzo para entenderle (Rudolph Bultmann: Ein Versuch, ihn zu Verstehen) y el cuarto tomo de su Dogmática (IV /1 en 1953, IV /2 en 1955). Estos dos escritos marcan otra etapa en el desarrollo de Barth.

Un aspecto significativo de esta reacción contra la desmitologización de Bultmann ha sido su nueva y cla­ra insistencia en el carácter objetivo de la obra redentora y la resurrec­ción de Jesucristo. El error básico de Bultmann, según Barth, es el de en­tender todo el evangelio en términos de su beneficio y su aplicación den­tro del hombre y no como la obra objetiva de Dios para el hombre (Rudolph Bultmann: un esfuerzo, pp. 9-11). Esto se debe a su concep­to del pecado como la no-realidad existencial (haciendo del mundo vi­sible y material la realidad final) y de la salvación como la realización por la fe de existencia de la nueva criatura (pp. 13-15). Así Bultmann termina divorciando la salvación personal de la muerte y la resurrec­ción del Jesús histórico (p. 17f) en que él llevó la pena de nuestro pecado en nuestro lugar (pp. 19-21). En el último análisis, pues, Bultmann se basa en lo que no es tan sólo una obra en el hombre sino una obra del hombre mismo, y no la obra objetiva de Dios por el hombre y para el hombre (p. 19).

En la misma forma Barth ha in­sistido con claridad inequívoca en el carácter objetivo de la resurrección de Cristo. Ésta no significa sólo que la "Fe de pascua" se levantó nueva­mente en la proclamación evangélica (Kerygma) de la iglesia primitiva, como dice Bultmann, sino que Jesu­cristo se levantó de la muerte y apa­reció en la carne dentro del tiempo y el espacio (pp. 23, 24). Un aspec­to indispensable del verdadero evan­gelio es que Dios se ha hecho "fe­chable" en Jesucristo (pp. 29-34; véase también Bosquejo de Dogmáti­ca). El comentario de Geoffrey Bro­miley sobre estos pasajes es acerta­do: "Barth insiste con más vigor que nunca en la historicidad genuina de lo que ocurrió (con milagros y to­do) para nuestra salvación."[19]

El cuarto tomo de la Dogmática subraya este mismo tema. La resu­rrección es "verdadera y objetiva en el tiempo y en el espacio" (IV /1, pp. 336, 371 y 377). Cristo fue re­sucitado en la misma manera con­creta en que vivió y murió (IV /1, pp. 337, 389); la resurrección "ha ocurrido en el mismo sentido en que han ocurrido su crucifixión y su muerte, en la esfera humana y en el tiempo humano, como un suceso ge­nuino dentro del mundo con un con­tenido objetivo" (IV /1,352; cf 337, 371, 373). Aquí "una exégesis sana no puede idealizar, simbolizar, ni alegorizar" (IV /1, 337). En su comen­tario sobre Mateo, Barth añade, "los relatos hablan de un suceso real en el espacio y en el tiempo, no de al­guna especie de teoría o idea. Ha­blan de una tumba vacía, y de la Persona de Jesús nuevamente corpó­rea, visible, audible y tangible." (Auslegung Matthäus, p. 6).

En cuanto a la reinterpretación existencialista del Nuevo Testamen­to, propuesto por Bultmann como la tarea de nuestro tiempo, Barth sigue aquí sus tendencias de querer librar la teología de influencias filosóficas determinativas y acusa a Bultmann de haber sujetado el evangelio al do­minio de una filosofía secular (Rudolph Bultmann. un esfuerzo, p. 37-­39). Además, esta "comprensión existencial" del evangelio significa realmente la comprensión subjetiva de uno mismo, ya que la desmitolo­gización desacredita primero la base objetiva del evangelio en la obra de Cristo (p. 34). Pero esa presupo­sión existencialmente ego-céntrica es también un mito! (p. 48ff). Es la actitud pre-Copernicana de que el ego es el centro y la medida de todo. Esta es la "mitología" que constantemente está gritando y demandando "desmitologización", pero en reali­dad amenaza la teología con una nueva y más seria mitologización (pp. 34f, 48ff). Además, cree Barth, no es inteligible para el hombre moderno; Jeremías y San Pablo hablan más directamente que Heidegger y Kamlah a nuestros contemporáneos. (pp. 37-39). .
En enero de 1959 el fa­moso periódico Christian Century publicó un artículo de Barth titulado "Como ha cambiado mi pensamien­to". Revisando la última década Barth reflexiona sobre su controver­sia con Bultmann:

La desmitologización del Nuevo T es­tamento por Rudolph Bultmann... me parecía una renovación altamen­te impresionante del tema y méto­do del tipo de teología patrocinada por Schleiermacher; asi, la obra de Bultmann me dio la oportuni­dad de reconsiderar y clarificar mi propio punto de partida estableci­do hace 40 años en una desviación de la tradición de Schleiermacher. No pude en conclusión seguir a Bultmann en su tesis particular y mucho menos en su método fundamental, en que pude ver que la teología, a pesar de todos los res­guardos, era llevada nuevamente al cautiverio egipcio o babilónico de una filosofía particular.
Esas palabras del anciano teólogo resumen todo el propósito de su vida teológica y todo el rumbo de su emocionante peregrinaje espiritual.



"El teólogo, según Barth, nunca llega al conocimiento perfecto de la verdad mientras está en esta tierra, sitIO vive en el movimiento continuo de la búsqueda de una mejor com­prensión de la Palabra de Dios".


[1] ) Este artículo apareció en Pensamiento Cristiano VIII:29, setiembre de 1960, pp. 6-9. 92-96, antes de estudiar con Karl Barth (1961-1964).
[2] ) 1 Karl Barth, THE WORD OF GOD AND THE WORD OF MAN, pp. 282-283.
[3] ) Inmanentismo: concepto según el cual Dios es un principio inherente en el universo y la historia, y su única revela­ción ha de buscarse dentro de la natu­raleza por medio de la razón humana.
[4] Antropocéntrico: que coloca al hombre, y no a Dios, en el centro.
[5] ) citado en Dillenberg y Welch, EL CRISTIANISMO PROTESTANTE, pp. 210 y 252. .
[6] ) H. Sasse, HERE WE STAND, p. 155.
[7] ) Barth, THE WORD OF GOD AND THE WORD OF MAN, p. 44.
[8] ) ibid., p. 50.
[9] ) ibid., pp. 195-196. Debe decirse aquí que al través de los años Barth ha llega­do a apreciar más el valor positivo de la teología de Schleiermacher (véase su Protestantische Theologie im 19. ]ahrhundert, 1947) a la vez insistiendo aún más enfáticamente en el defecto radical de dicha teología en su punto central.
[10] ) Karl Barth, CHURCH DOGMATICS. 1-1, p. ix-x.
[11] ) ibid., 1/1, p. 21.
[12]) ibid., 1/1 141-143,
[13]) Véase el ejemplar de THEOLOGY TODAY, octubre, 1956. Pero debe recono­cerse también que algunos le acusan a Barth de eiségesis en ciertos puntos­.
[14] ) 13 Sin embargo, la mayoría de los que con orgullo reconocen el epíteto de "bibli­cistas" no estarían del todo de acuerdo con Barth en su doctrina de las Escrituras. Personalmente creo que el con­cepto fundamentalmente dialéctico que Barth sostiene en cuanto a la inspira­ción de las Escrituras no es el verdadero concepto que ellas mismas enseñan, a pesar del esfuerzo admirable de Barth de tomarlas en serio y a pesar de cier­tos puntos de considerable valor en su doctrina de las Escrituras,
[15]) Brunner y Barth, NATURAL THEOLOGY, p. 59-60.

[16]) ibid, p.71.
[17]) H Emil Brunner, "The New Barth", SCOTTISH JOURNAL OF THEOLOGY, Junio, 1951, p. 124
[18] ) G. C. Berkouwer, THE TRIUMPH OF GRACE IN THE THEOLOGY OF KARL BARTH, pp. 193-195. (Vale la pena notar aquí que Barth ha reconocido esta obra, por un destacado teólogo conservador, como un "gran libro" y una de las mejores exposiciones de su pensamiento.)
[19] ) "Crusade Against Demythologization", CHRISTIANITY TODAY, June 8,1959.. pp. 34-36. Véase también "The Battle oí Barth with Bultmann", por Bernaro. Ramm, CHRISTIANITY TODA Y, March 30, 1959, pp. 34-37).